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La forma como nos comunicamos y aprendemos ha cambiado radicalmente a partir del uso intensivo de la tecnología. La aparición de las llamadas redes sociales y los ambientes colaboracionistas, la inserción de los millennials en el mundo laboral han generado revoluciones, no sólo políticas, sino también económicas, y culturales.
El impacto ha sido tal, que también ha llegado al mundo de las organizaciones y nuestra generación –inmigrantes de la era digital– ha entrado a una sociedad interconectada, para gestar las bases que permita atraer, desarrollar y retener el talento actual y futuro de nuestras empresas. En ese sentido, la forma y el fondo de la gestión de personas ha tenido un giro de lo transaccional a lo estratégico.
Todavía recuerdo como hace unos años, el equipo de Recursos Humanos de las empresas a principio de año estaba inmersos en lo que denominaba “el proceso de detección de necesidades de capacitación” cada gerente de un área operativa de la empresa debía informar a Recursos Humanos sobre los cursos que “entendía” necesitaba su personal para lograr los resultados.
Recursos Humanos era en esa época el gran gestionador de cursos, que contaba con un presupuesto de gastos de capacitación. Y los que estábamos en las empresas nos convertimos en los coleccionistas de cursos. Esto ocurría hasta que se acabara el presupuesto y entonces si surgía una necesidad “no presupuestada” la respuesta era: "se acabo el presupuesto, prográmenlo para el año siguiente".
Podemos resistirnos o no, pero es una tendencia irreversible. Hasta hace nada, la principal preocupación de un gerente de capacitación, tenía que ver con administrar adecuadamente un presupuesto de capacitación, persuadir a los participantes a asistir, contar con una red de aliados nacionales e internacionales de probada trayectoria y garantizar que la logística del “evento” estuviese completamente sincronizada.
Este paradigma ha cambiado radicalmente, y hoy las exigencias son mayores pero con menos recursos; por lo cual hay que hacer inversiones inteligentes, eliminado todo aquello que no agregue valor. A partir de esta nueva realidad, la capacitación se re-enfoca, se hace más estratégica entendiendo el rol clave del capital humano como generador de valor. La capacitación se considera ahora una inversión, por lo que debe generar una mejor utilización de los recursos y responder a las necesidades en cuanto al desarrollo del talento requerido por la empresa para lograr resultados.
Por Odalis Rojas | Directora Link Gerencial Dominicana